¿A quién no le gusta seducir o ser seducido? Quien diga que NO es por que la suerte no le suele acompañar... Claro que la perspectiva cambia cuando seducir se convierte en tu único medio para subsistir.
Este es el caso de las geishas. Su aparición data entre los siglos XVI y XVII.
Tras una crisis que asoló Japón dejándole con las puertas cerradas al comercio del mundo, algunas jóvenes eran vendidas a casas para ser educadas como criadas además de enseñarles en modales y artes. Casas que recibían la visita de hombres de negocios con el fin de organizar sus reuniones sociales. Gracias a la demanda de tan “distinguidos hogares” empezaron a formarse barrios llamados ochayas.
Tal y como su definición indica, una geisha era la persona que dominaba todas las artes.
A diferencia de las cortesanas profesionales que complacían a sus clientes con entretenimiento sexual, las geishas dominaban distintas artes japonesas, música, baile y narración para seducir .
Sin embargo, no diferían de ser esclavas de lujo y despreciadas públicamente. Ni siquiera podían poner sus nombres en las tumbas. Su vida útil era corta. Pronto quedaban calvas por el ungüento de sus peinados y las caras manchadas por el plomo del maquillaje blanco que les proporcionaba ese aspecto de piel de porcelana (también se pintaban la nuca, pues era la parte considerada más seductora). Se pasaban un trozo de madera quemada para oscurecer las cejas y utilizaban el rojo para delinearse los ojos, colorear las mejillas y pintarse los labios. Per por si fuera poco, pasaban varias horas para vestirse y el fin de sus días solía ser el asilo o el suicidio.
A diferencia de las cortesanas profesionales que complacían a sus clientes con entretenimiento sexual, las geishas dominaban distintas artes japonesas, música, baile y narración para seducir .
Sin embargo, no diferían de ser esclavas de lujo y despreciadas públicamente. Ni siquiera podían poner sus nombres en las tumbas. Su vida útil era corta. Pronto quedaban calvas por el ungüento de sus peinados y las caras manchadas por el plomo del maquillaje blanco que les proporcionaba ese aspecto de piel de porcelana (también se pintaban la nuca, pues era la parte considerada más seductora). Se pasaban un trozo de madera quemada para oscurecer las cejas y utilizaban el rojo para delinearse los ojos, colorear las mejillas y pintarse los labios. Per por si fuera poco, pasaban varias horas para vestirse y el fin de sus días solía ser el asilo o el suicidio.
Así que ya sabes... si después de tardar SOLO 10 minutos en arreglarte para salir un sábado y consigues ligar con algún chic@ guap@... ya puedes empezar a dar palmas con las orejas!